miércoles, 26 de septiembre de 2007

Vila-Matas, el explorador

Enrique Vila-Matas. Exploradores del abismo. Anagrama. 287 pp.

Uno de los vicios de quienes hacemos reseña o crítica literaria es clasificar el libro en turno, aun cuando esto implica limitar la obra. Con Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948) la tarea se complica. Autor de un proyecto definido por Jorge Herralde como la Catedral de la Metaliteratura –es decir literatura de la literatura-, integrada por Bartleby y compañía, El mal de Montano y Doctor Pasavento, el narrador catalán había profundizado sobre el oficio del escritor, lo cual le costó que sus detractores le criticaran la falta de sangre en su libros. Pero volvamos, al principio, Exploradores del abismo se vende como un libro de cuentos… mmm, ¿será así? No sé, el primero “Café Cubista”, es, al menos eso creo, una especie de ensayo donde el escritor cuenta el giro y el nuevo rumbo de su trabajo. “Estoy seguro de que no habría podido escribir todos esos relatos si previamente, hace un año, no me hubiera transformado en alguien levemente distinto, no me hubiera convertido en otro”, advierte. Y es que en aquel entonces Vila-Matas padeció una insuficiencia renal que, según cuenta, lo tuvo a nueve horas de la muerte. La experiencia lo llevó a buscar una obra más cercana a la vida cotidiana y menos vestida de referencias literarias. Sin embargo, esto último no es del todo cierto. Cada relato lleva en si mismo un guiño, que si bien no es directamente literaturio, sí tiene que ver. En el breve “Otro cuento jasídico”, el punto de partida es Kafka, en “Fuera de aquí” el coqueteo es con la tradición rusa y el epílogo proviene directamente de El peso del mundo de Peter Handke. Un libro de Vila-Matas que no contemple su incursión en universos eminentemente literarios es simple y sencillamente imposible. Pese a ello, algo que sí hay que reconocer es una apuesta por historias más comunes, lo cual no quiere decir menos complejas. En “Así son los autistas” por ejemplo, Luc, un tipo introvertido en extremo se ha ganado un viaje que tal vez lo ponga en la temible tesitura de socializar. “Es que verá usted, señor párroco –añadió bajando la voz-, siempre he pensado que hay muchas formas de llegar y que lo mejor es no partir”, dirá dentro de un diálogo. Otro caso notable es “Materia oscura”, donde una pareja cae en la esa terrible tragedia contemporánea que es quedarse sin teléfono y sentir que la televisión manda señales exclusivas para ellos. La neurosis aumenta pues sienten, con algo de razón, que su vecino es el mismo Dios. Nótese que el sarcasmo y el humor, propios del catalán tampoco ceden. Pero no nos desviemos, estábamos en la cuestión de la clasificación. ¿Qué es “Porque ella no lo pidió”? Aquí Vila-Matas narra la historia de un proyecto que tenía con la artista visual Sophie Calle y que consistía en que el escritor haría una historia, que ella habría de vivir de cabo a rabo. El ejercicio resultó más que atractivo para las inquietudes del ibérico, no obstante que la bella dama se los había propuesto con anterioridad pero con resultados infructuosos a Paul Auster, Jean Echenoz y Ray Loriga, entre otros. A partir de la anécdota, Vila-Matas construye una delirante reflexión sobre la realidad y la ficción. En su conjunto, los personajes que circulan por el libro llevan la marca de quien tiene que explorar entre la vida y sino lo muerte, sí al menos el pasmo. Una vez más perdone la disertación, estábamos en la cuestión de en qué género ubicar el nuevo libro de Vila-Matas. Sólo que hay un inconveniente: se me acabo el espacio.

sábado, 22 de septiembre de 2007

Desde Monterrey

El músico serbio Goran Bregovic por fin vino a México. Tocó en Monterrey y de qué manera. No hay mucho que decir cuando se tiene enfrente a un artista de ese tamaño. En más de dos horas hizo un recorrido por su trabajo en las películas La reina Margot, Arizona Dreaming, y por su puesto, por Underground y Tiempo de gitanos, estas últimas al lado su compatriota Emir Kusturica. La gente se entregó y brinco ante ritmos poco conocidos en nuestro país. Aún estoy en el colapso, en breve escribiré más al respecto.

martes, 18 de septiembre de 2007

Sigamos con subiendo dos entrevistas, luego habrá tiempo para más


En realidad el público no pide nada: Fernando Trueba

Héctor González

Fernando Trueba pertenece al selecto grupo de grandes directores ibéricos que se han convertido en referentes. Su primera cinta, Ópera prima data de 1980, obtuvo reconocimientos en festivales como el de Venecia y el de Cartagena. A partir de entonces el cineasta no ha dejado de filmar, en casi treinta años ha realizado once largometrajes, entre los que se incluyen la ganadora del Oscar Belle Époque y los documentales ya considerados de culto Calle 54, donde presenta a algunos de los músicos más importantes del jazz latino; y El milagro de Candeal, donde trabaja con el compositor brasileño Carlinhos Brown. Hace unos días el cineasta visitó la ciudad de México para una función especial de Calle 54, que tuvo como fin recaudar dinero para el equipamiento del Museo Universitario de Arte Contemporáneo de la UNAM. La entrevista tiene lugar durante su visita al Centro Cultural de España, desde ahí Trueba habla sobre un arte a la que se ha dedicado en cuerpo y alma, y que tiene un Billy Wilder su principal deidad.

¿Cuál fue la última película que vio en el cine?
JC Chávez de Diego Luna. Me pareció muy buena.

¿Le gusta el box?
Me gustó cuando era joven, ahora no me interesa, pero cuando era un adolescente me despertaba en la madrugada para ver las peleas de Cassius Clay, él fue un ídolo de mi infancia. Ha habido grandes filmes sobre el boxeo.

La película sobre Chávez es un documental, género que usted ha trabajado bastante. ¿Cuál es la diferencia entre afrontar un documental y una obra de ficción?
La ficción te da libertad de invención, pero una vez que has inventado estás amarrado a tu propia invención. En cambio con el documental te atas a la realidad, pero tienes libertad narrativa. En el fondo no son cosas tan distintas. Siempre cuentas las historias usando la realidad, incluso la película más fantástica si no tuviera una serie de conexiones reales nadie la vería.

Sin embargo, el documental sigue sin establecer el contacto masivo con el público…
Sí, pero el documental está viviendo una edad de oro. En los últimos años se han hecho documentales buenísimos, en España se han hecho cosas muy interesantes, de México también me han recomendado varios, incluso en Estados Unidos o en África, obras como Capturando a los Friedmans o Grezzly man de Herzog.

¿Esta edad de oro a la que se refiere tiene que ver con nuevas exigencias del público?
El público no pide nada, sólo quiere que le des algo bueno. La responsabilidad del artista no es hacer lo que quiere el público, sino hacer lo crees que debes hacer. En mi caso nunca pienso en el espectador, creo que eso es una pérdida de tiempo. Lo que yo tengo que hacer es una buena película. Sólo los mercaderes piensan el espectador, se preguntan ¿cómo hago la campaña de promoción para que la gente vaya a ver esta mierda? Supongo que quienes hacen Spider man 3, sí están pensando en el público. Quienes hacen buenas películas, realmente respetan al espectador. Eso de pensar en el espectador es falso, en realidad se piensa en su dinero.

¿Cómo sabe cuando ha hecho una buena película?
No lo sabes. Hay películas que te hacen sentir satisfecho, pero uno no es juez de lo que hace, debe ser auto crítico, pero al mismo tiempo también tienes que salir, experimentar y arriesgarte.

¿Cómo lleva la autocrítica?
La autocrítica hay que hacerla antes de hacer la película y mientras la haces. Una vez que está hecha no sirve de nada. Salvo raras ocasiones, como ahora que presenté en la UNAM Calle 54, nunca veo mis películas.

Usted ha trabajado con músicos, tanto en Calle 54 como en El milagro de Candeal, ¿en qué punto coinciden el lenguaje musical con el cinematográfico?
Ambos tienen una cosa muy fuerte en común: son artes del tiempo. La gente olvida que el cine es tiempo, siempre se dice que es imagen como si fuera pintura o fotografía, pero es mentira, el cine es movimiento y tiempo, por encima de cualquier cosa.

En ese sentido también están los silencios, ¿cómo es su relación con éstos?
En el arte lo que no se ve o no se dice, forma parte de la obra. Lubich fue un director grande porque no te decía dos y dos son cuatro, decía dos y dos, y pasaba a otra cosa, dejaba que el cuatro lo hicieras en la cabeza. Él nos enseñó que se podía contar una historia dejando que la cabeza del espectador funcionara. Eso lo han hecho algunos grandes, como Bresson, él es un maestro en el uso del espacio.

Ahora que habla del manejo de los espacios, ¿no cree que el plano secuencia está desapareciendo?
¿Crees? Puede ser que ahora haya mucho cine de montaje, pero también hay algunos grandes directores como Kiarostami o incluso el mismo Ripstein, que hacen unos planos secuencia fabulosos.

¿Cuál es su juego de cámara favorito?
Mi cámara favorita es la que no se nota. Intento que mi estilo no se note, porque no quiero que distraiga al espectador. Trato de encontrar el estilo y la forma, pero no quiero que eso se imponga sobre el contenido de la película. Por eso me gusta Scorsese, aunque sus últimos trabajos son bastante malos.

¿Al hacer una película, cuál es la parte que más disfruta?
El montaje lo disfruto mucho, también la escritura del guión. Antes sufría con el rodaje, me producía demasiado estrés. La primera película que gocé rodando fue Belle Époque, en las anteriores todavía era más joven y la responsabilidad me jodía, pero con Belle Époque todo cambió por eso es tan importante en mi vida.

Bueno, habrá ayudado a disfrutarla el hecho de contar con Penélope Cruz y Maribel Verdú…
(Risas). Sí, pero también había gente como Fernando Fernán Gómez o Jorge Sáenz, ellos facilitaron el trabajo. Las mujeres guapas a veces nos hacen disfrutar, pero también nos hacen sufrir. ¿A quién no le ha pasado eso? Es como cuando te pasan un plato de comida maravillosa y sólo te dejan olerlo.

Ahora recuerdo una película de Woody Allen, donde cuenta los avatares entre un director y una actriz guapa…
Sí, fíjate que Woody Allen me gusta aunque siento que en sus últimas películas se ha relajado demasiado. Creo que su última obra maestra es Reconstruyendo a Harry, después ha hecho filmes más ligeros y divertidos. Él tuvo una época dorada con obras como Hanna y sus hermanas, Delitos y faldas, Maridos y Esposas y Balas sobre Broadway. Ahora va a rodar en España con Penélope Cruz y Scarlett Johanson.

Hace un momento comentó que los últimos trabajos de Scorsese, ya no le gustaban ¿por qué?
Se dejo institucionalizar. Es la decadencia habitual. Todos cuando nos va bien y ganamos dinero, perdemos cosas. Ganamos unas y perdemos otras. Entre el Scorsese, que era un chico de barrio que quería hacer cine y el actual, que parece más amigo de Giorgio Armani, me quedo con el antiguo.

¿Usted qué perdió cuando ganó el Oscar?
Seguro perdí algo, no se muy bien qué. Lo que sí te puedo decir es que he intentado no perder la espontaneidad ni la frescura. Lo más importante en la vida es no tomarte en serio a ti mismo. Puedes tomar en serio tu trabajo, eso hay que hacerlo lo mejor posible, pero en realidad tú no eres nada, sólo eres el medio del que la película se sirve para existir.

¿Cambió mucho su vida cuando ganó el Oscar?
No, pero sí te diré que cuando mi primera película fue un gran éxito perdí algunos amigos. Eso fue muy doloroso, entonces tenía 24 o 25 años y no entendía que estaba pasando. A partir de eso mi filosofía cambió en el sentido de que cuando te va bien, es cuando necesitas a los amigos. Si te va mal, todo mundo va a darle la palmada y a consolarte, pero los amigos demuestran que lo son cuando te va bien, al contrario de lo que se cree.

¿Qué opina del cine español actual?
Hay algunos directores que me interesan, el que más es mi hermano David, y no lo digo porque sea mi hermano, sino porque considero que es el cineasta que tiene una mejor escritura. Luego me interesan cosas como las que hace Santiago Segura y en particular una película reciente llamada Un instante en la vida ajena de José Luis López Linares.

Regresando al tema de no tomarse en serio, pienso en el humor, otro rasgo de sus películas…
El humor es muy importante, ayuda a que no te vuelvas un imbécil. El humor te ayuda a relativizar todo.

¿Es un hombre de risa fácil?
Soy de risa fácil, me gusta reírme, lo que pasa es que el humor debe ser bueno. Woody Allen ha hecho cosas soberbias, Groucho Marx es uno de mis ídolos, tan es así que le puse su nombre a mi hijo.

¿Sigue creyendo más en Billy Wilder más que en Dios?
Por supuesto. En Dios nunca he creído. Es más si un día me lo encontrara, le pediría unas cuantas explicaciones, no la va a tener fácil. En cambio a Billy Wilder me lo encontré algunas veces, cada vez que iba a Los Ángeles lo visitaba y nos íbamos a comer, ese es uno de los privilegios de mi vida, creo que he tenido bastante suerte y una de las cosas más maravillosas que me han sucedido es haber conocido a ese hombre.

¿Qué le aprendió?
Lo más maravilloso de él, es que no interpretó a ningún personaje, era él. Fue grande, muy modesto y divertido. Algo que me sorprendió fue su bondad. Él se bronqueba con los fuertes y los imbéciles.

¿Tiene películas de cabecera?
Muchas, algunas de Billy Wilder, como El apartamento o Sunset Boulevard; de Trouffaut, El pequeño salvaje; de Renoir, Un día de campo y La gran ilusión; de Bresson, Pickpocket.

¿Qué tal es como productor?
Creo que muy bueno porque intento ayudar y darle todo lo que pueda al director. En lo personal he tenido suerte porque nunca me han impuesto nada, no lo habría aceptado. Pero lo mío es la dirección, soy productor por accidente.

¿Qué está haciendo ahora?
Estoy por iniciar el rodaje de El baile de la victoria, que es una adaptación de la novela de Antonio Skármeta. Es un filme italiano que rodaremos en Santiago de Chile. A parte tengo otros tres proyectos. Uno lo producirá y protagonizará Penélope Cruz se llama Hunter had, se trata de un thriller inspirado en la novela de Patricia Highsmith. Otro tiene que ver con una historia de animación. El cuarto es un documental sobre la vida de un pianista brasileño.

Una vez más la música, ¿hay algo de músico frustrado?
Probablemente. Envidio mucho a los músicos, cuando los veo tocar me da envidia. He intentado aprender algo de clarinete, durante algún tiempo quise tocar el saxo pero lo dejé. Si consigo aprender clarinete, tal vez retome el saxofón.

¿Qué opinión tiene sobre la piratería?
El mundo está organizado de tal forma que si quieres robar un banco, tienes a tu lado a un escuadrón de policía disparándote, en cambio si quieres robar a un artista puedes hacerlo impunemente, como si los artistas no tuviéramos derecho a vivir de nuestro trabajo. Si no hay propiedad privada está bien, pero que sea parejo para todos. La piratería está acabando con el cine y con los discos, porque si salen casi gratis ¿quién va a invertir en producir un disco o una película? Se suele poner como contra argumento que los precios de un cd o un dvd son altos, puede ser, pero cuando compras una naranja, la parte que menos dinero cuesta es la naranja en si misma, el costo tiene que ver con el trabajo que implica cortarla y transportarla.

viernes, 14 de septiembre de 2007

A quien corresponda dos puntos y aparte, va una entrevista con el maestro Sabina


La canción la escribes para corregir la vida


Alguna vez, Joaquín Sabina juró que se retiraría de la música el día en que diera tres conciertos malos de manera consecutiva. Hace bastante tiempo llegó esa fecha y el flaco compositor español no pudo tirar la toalla. Ahora, con veinticinco años de carrera y más del doble de edad, el autor de “¿Quién me ha robado el mes de abril?” sólo piensa en escribir y quizá algún día encontrar a la escurridiza musa que le de el don para hacer la canción más hermosa del mundo. Tequila en mano -¿podía ser de otro modo?-, Sabina reconoce que su vida ha cambiado. De ese proceso de casi resurrección surge Alivio de luto, su disco más reciente. Atrás quedaron las maratónicas jornadas en los bares, hoy es tiempo de estar en casa y dejarse llevar por la pluma –en los últimos años ha publicado un par de libros de poemas. No obstante sigue inquieto, no para de escribir, su mano disimula el cansancio. El tiempo se estaciona en sus gestos y si acaso se muestra en una voz cada vez más arrastrada.

Cuando piensa en su infancia ¿qué es lo primero que le viene a la cabeza?
Ganas de huir, de ser mayor, de ser adulto y qué nadie me haga llorar. No soy de esos que dicen que la infancia es la patria del poeta. Siempre quise ser mayor. En la infancia no tienes ninguna posibilidad de decidir nada, ni de ser libre. Todo mundo te da órdenes. No tengo nostalgia por esa etapa, quizá porque entre tantas desgracias de la vida tuve la inmensa suerte de hacer más o menos lo que he querido.

¿Se considera un hombre afortunado?
En ese terreno sí. Todas las mañanas me arrodillo y me doy de cabezazos contra la pared agradeciendo a los dioses paganos haberme permitido ser un impresentable que hizo siempre lo que quiso.

¿En qué terrenos se considera desafortunado?
En el terreno que comparto con todos los seres humanos: el desencanto y las desgracias de la vida, envejecer, perder amores, que todo cambie y muera la gente cercana.

No sé que pensar con un título disco llamado Alivio de luto ¿cómo se lleva con la muerte?
De la pelona no quiero saber nada. No es miedo, ¡es pánico! No soy de esos budistas que dicen: “la muerte hay que aceptarla” ¡¿Por qué hay que aceptarla?! Mi epitafio será: “Yo no quería”. Moriré pataleando.

En la portada de su disco Dímelo en la calle se le veía, al borde del nocaut ¿se llegó a sentir así?
¡Se me ve apunto de ganar el combate! Eso no es más que una broma visual conmigo y mis cómplices, debido al morbo que hubo respecto a mi enfermedad. Cierto que sufrí un sustito, mucho más leve de lo que se dijo pero suficiente para asustarme. Lo que quería decir es que pese a todo sigo con ganas de vivir, pelear y subirme al escenario.

¿Cómo se ha sentido dentro de la vida sobria?
Bueno relativamente, digamos que dejé de usar la nariz para nada que no fuera respirar. Esto trajo muchas cosas consigo, con coca uno puede estar una semana sin dormir y viviendo en los bares, cosas que yo hacía. Ahora ya no, pero sí me tomo mi tequilita como puedes ver. Estuve ocho meses sin fumar, por el momento regresé al tabaco pero pienso dejarlo de nuevo. Es verdad que me he metido más en casa y que levanté el pie del acelerador pero tampoco tanto.

En su biografía Perdón por la tristeza, es descrito como un hombre ya casi sedentario ¿es así?
Al final, justo antes que me pasará lo que me pasó, ya había decido que los bares estaban muy bien, pero que ahí se perdía mucho tiempo, con borrachines muy graciosos que no conducen a ningún sitio. Así que el disco 19 días y 500 noches que es lo último de lo que habla el libro de Javier Menéndez sí lo hice encerrado. Mi casa siempre esta abierta, salgo a caminar de vez en cuando pero no puedo negar que paso más tiempo en casa.

¿Qué es lo que más trabajo le ha costado aprender a lo largo de su vida?
Convivir conmigo mismo sin urgencia, es decir sin vértigo. Ver la vida de un modo más sosegado y tranquilo. Me esta costando trabajo aprender eso. Soy culo inquieto de mal asiento. No puedo estar sin hacer nada. No disfruto el ocio. No sé estar de vacaciones. Esta es una brea feroz que no se si ganaré.

¿Hay algo de lo que se arrepienta?
No, de nada. Aprendí de Chavela Vargas que uno debe disfrutar de cada copa que se tomó y de cada raya que se metió. No hay que pedir perdón por nada, si siento algo por todo eso es agradecimiento por habérmela pasado tan bien. No soy un recién converso. No haré un anuncio contra las drogas. Quizá de lo único que me arrepiento es de no haber escrito más canciones.

Ha grabado canciones de Serrat y en su nuevo disco grabó una adaptación de un tema de Leonard Cohen ¿a cuál de los dos se siente más cercano?
¿Por qué no a los dos? A Cohen lo escucho casi a diario. No escucho mucha música pero cuando pongo un disco siempre pongo a Cohen. Y Serrat es mi amigo y maestro. Cohen me enseñó el absoluto rigor en el uso de las palabras y esa monotonía hipnótica que tienen sus melodías maravillosas. Serrat nos enseñó a todos el modo de hacer un oficio que estaba muy degradado con una dignidad que ya le dura treinta años.

¿Y entre Rafael Alberti y César Vallejo con quién siente más proximidad?
Otra vez me pones ejemplos difíciles. A Vallejo lo llevo en mi corazón de un modo que no te puedes imaginar, creo que me lo se entero de memoria. Con Alberti conviví, tuve tiempo de ser su amigo. Canté y recité con él. Me siento muy cercano a los dos. Como poeta a riesgo de traicionar a Rafael casi más con Vallejo. De César Vallejo más cercano que de nadie.

¿Cuál es el mandamiento que le cuesta más trabajo cumplir?
“Tenga usted paciencia”, carezco de esa virtud. “Resígnese usted” es otro mandamiento con el que no puedo.

¿Le ha descubierto el Punto G a la vida?
Ahí andamos. La verdad es que últimamente no se lo encuentro mucho pero no me resigno. Actualmente paso una época de readaptación a costumbres nuevas, tiempos y habitats distintos. Trato de encontrar nuevas pasiones, nuevas hogueras donde arder sin quemarme... no es fácil.

¿Lo siguen volviendo loco las medias negras?
¡Sí claro! Pero ya no ejerzo. Estoy completamente retirado.

¿Porqué?
Mmmm... eso quisiera yo saber.

De sus canciones, ¿cuál cree que es la que mejor retrata alguna anécdota biográfica?
Las canciones no mejoran ni empeoran la vida. En realidad, sí la mejoran, Es decir, las canciones sirven para consolarse del desconsuelo de la vida. Sirven para pelear contra la melancolía o bien para bañarte en ella hasta el llanto. Sirven para consolar el triste empezando por quien las escribe. Si estas en tu noche de bodas con la chica de tus sueños, no te pones a escribir una canción, ¡qué carajo! La escribes si la chica de tus sueños te deja por el hombre de sus sueños. La canción la escribes para corregir la vida.

¿Cuál de sus canciones le hubiera gustado vivir?
Difícil...“La Magdalena”, pero la viví, las viví.

¿Extraña el anonimato?
Todos los días. Incluso en los últimos años he desarrollado una especie de fobia al reconocimiento barato. A aquellos que no te tratan como un cantante o un escritor sino como alguien famoso. Eso es insoportable puesto que hay ese estallido de famoserío de usar y tirar que manejan las televisoras. Los chavales ya no te preguntan ¿cómo se escribe una canción?, sino ¿qué tengo que hacer para ser famoso? He desarrollado una fobia histérica contra eso, y se que a veces no soy el tipo más civilizado del mundo para responder cuando voy por la calle y me reconocen.

¿Cómo tomó el hecho de empezar a vender millones de discos y ser número uno en las listas?
Siempre están los primeros cinco minutos, en los que crees que la tienes más larga que los demás, pero eso dura nada. Luego duelen las muelas, o te deja tu mujer, o tienes un día jodido, o no te sale la canción más hermosa del mundo. La gente que tiene vocación de famoso no tiene vocación de artista. El artista es otra cosa.

¿Siempre se trata de escribir la canción más hermosa del mundo?
Sí, siempre y afortunadamente uno nunca la escribe porque si así fuera dirías: “ahí queda eso y ya no hago más”, como Juan Rulfo.

Se que pinta ¿cómo le va en este arte?
Muy mal porque pinto con el culo. Pinto cuadros y se los regalo a mis amigos. Siempre hay alguien que llama de una asociación de no se qué o para no se cuál causa, entonces les doy un cuadro para que lo vendan, para mi sorpresa se venden muy bien. Pinto con muchísima ilusión pero muy mal.

Alguna vez usted puso una bomba molotov en un banco, ¿cuándo fue la última vez que tuvo ganas de volverlo a hacer y contra quien?
Hace muy poco y contra Bush. Lo haría en cualquier momento y sin que me temblara el corazón.

¿Cómo sabe cuando da un mal concierto?
Lo se muy bien. Cuando doy un buen concierto, que no siempre coincide con la reacción del público, a la salida espero a los músicos y nos abrazamos y lloramos. Cuando es regular o mal, cada uno se va al hotel y no habla con nadie. Me gustan los toros porque a los buenos toreros si tienen un buen toro el público les aplaude pero si lo tienen malo el público les pita. En los conciertos no es así, si tienes una año de éxito te aplauden lo hagas bien o mal.

Decir que vive en la calle melancolía, se ha vuelto un buen cliché ¿no?
No, ahí vivo. Nadie me mudará, ni quiero que me muden. La melancolía es un buen jardín donde nacen los mejores poemas, las mejores canciones y las mejores amistades.

jueves, 13 de septiembre de 2007

Platiqué con el holandés Cees Nooteboom, un hombre de esos que sin ser tira netas, te dicen quien es quien corta el bacalao. Se las dejo mientras escucho el nuevo disco de Manu Chao, que por cierto me produce sensaciones extraños, siento como si siempre cantara la misma canción.


ENTREVISTA CON CEES NOOTEBOOM

“No recuerdo si quería ser escritor o no”

Héctor González

Los escritores se hacen en el camino. Algunos como José Saramago, se descubren ya entrados en la edad adulta, otros como el holandés Cees Nooteboom (La Haya, 1933), lo hacen a los diecisiete años, mientras recorren Europa de aventón. Viajero incansable, el narrador y poeta centroeuropeo, no entra en la categoría de los autores tiranetas. Habla tal y como son sus novelas, las reflexiones provienen directamente de los personajes, en este caso de sí mismo o de gente que ha conocido, pero más allá de la anécdota el trasfondo dice más. Traductor de Huidobro, Neruda y Vallejo, Nooteboom habla en un español casi perfecto sobre Perdido el paraíso (Siruela), su nueva novela. El eterno candidato al Nobel de Literatura, traza las coordenadas de una vida que lleva en sus espaldas una obra amplia y un sinfín de kilómetros recorridos: “Lo extraño es que un día, uno sale de la casa para viajar y al final está haciendo una entrevista con un periodista mexicano”.

Hace poco veía su libro Hotel nómada, y vi un retrato, donde su rostro tiene marcas de paralelos y meridianos. Han sido muchos viajes ¿no?
Ese dibujo lo hizo un amigo alemán para mi cumpleaños y me dijo “es tu retrato”. Tal vez tenga razón. A estas alturas, la verdad es que elijo a dónde aún puedo ir. Por ejemplo, México es un país que me gusta mucho. Otro es Japón, pronto iremos ahí, para hacer el Peregrinaje de los 33 templos. Mi mujer es fotógrafa y ya hemos hecho dos veces el recorrido. No lo hacemos por motivos religiosos, sino porque es un trayecto muy interesante. Hay templos del siglo VIII y IX, están alrededor de Kyoto pero a distancias de 140 kilómetros. Los templos están dedicados a las 33 manifestaciones a la belleza y misericordia en el panteón de los dioses budistas. El budismo, es un sistema religioso que tiene mucho que ver con el catolicismo tal y como se representa en Latinoamérica, hay cánticos, recorridos, circula dinero. Este es un viaje que haremos próximamente, mi mujer tomará las fotos y yo escribiré el libro. Estoy consciente que me queda cierto tiempo de vida, pero mientras pueda viajaré.

¿Un escritor debe estar en el lugar, para escribir sobre él?
Cuando es un libro de viajes sí, cuando es un ficción no. Por ejemplo, escribí un libro llamado El canto del ser y la apariencia, es una obra que transcurre en 1879 en Bulgaria y en 1979 en Roma; respecto a las descripciones de Bulgaria la gente me dice: “¿Cuándo estuviste en Bulgaria?”. Nunca estuve, pero tampoco estuve en 1879, sin embargo es posible escribir gracias a la investigación.

¿Qué tipo de caminos le abrieron los viajes?
Es curioso, porque la gente piensa que todo lo que hace un autor es intencional, pero no. Un día, salí de mi casa, le dije adiós a mi madre y me fui. Tenía 17 o 18 años y viajé de aventón. Primero llegué hasta Escandinavia y después me moví hacia el sur, estoy hablando del año 1954, ahí me inspiré para escribir una novela sobre la historia de un joven que viaja de aventón, porque eso era lo único que sabía. Por supuesto la novela tenía ficción, se llamaba Felipe y los otros, fue un éxito en Holanda porque resultó novedoso, así que de repente y sin premeditación ya era un escritor, salieron críticas y me empezaron a tratar como tal. Hasta entonces no había reparado en lo qué era ser un escritor, lo que había hecho era verter mi experiencia en ese libro y no sabía lo que haría después, para ganarme el pan. No recuerdo si quería ser escritor o no, en ese momento quería escribir, pero la escritura como carrera no me entraba en la cabeza. Otra cosa que tal vez ayudó, fue que me expulsaron de cinco escuelas, nunca estudié una carrera universitaria. La única cosa que, creía que podía hacer, era ir como marinero en un barco que viajó a Surinam. Ese fue mi primer encuentro con el mundo tropical, escribí algunas historias medio conradianas, así que ahí estaba de nuevo la escritura. Después vino otro libro, sobre el problema que tiene uno al elegir entre vivir como los otros o ser escritor, en esa obra el escritor al final se suicida. Al tiempo, he pensado que a lo mejor hice que se suicidara para no haberme suicidado yo. El caso es que nunca pensé en ser escritor. Viajé por todo el mundo, durante 17 años no escribí ficción, sólo me interesaba saber cómo escribir, de aquella experiencia salió Rituales.

¿En qué momento escribir, dejó de ser el resultado de algo y se volvió necesario?
Ahora ya no puedo imaginar otra vida. Lo más complicado me resultó ser aceptado como escritor en mi país. Porque en los 17 años que no escribí novela, la gente me encasilló como un autor de relatos de viaje, pero de un modo despectivo. Sin embargo, siempre he sabido que al final vendrá un libro, pero hay que saber esperar. Lo extraño es que un día, uno sale de la casa para viajar y al final está haciendo una entrevista con un periodista mexicano.

Es como la vida que toman los libros, uno nunca sabe que rumbo terminarán…
Está muy bien pensar en eso de vez en cuando, porque uno se acostumbra a los festivales y las entrevistas.

¿Se acostumbra a las entrevistas o le aburren?
No, pero hay veces que durante las entrevistas, sobre todo cuando hablan de libros que has escrito, los reporteros te dicen: “Usted ha dicho tal cosa”. Y luego son obras que uno escribió hace cuarenta años y obviamente ya no las recuerdas.

Hace un momento habló de los problemas que tuvo durante los 17 años en que dejó de escribir novela, ¿por qué la literatura de viajes es considerada un género menor?
Depende del lugar. En Inglaterra no se da eso, pertenece a la gran literatura, ahí tienen a Chatwin. En Holanda es un poco menos, dicen que yo soy el padrino del género. Para mí, si bien no es lo mismo que la ficción, pero sí es trascendente. Otra cosa es la poesía, yo hago las tres cosas y no sé si soy mejor escritor de viajes que poeta, lo que sí te puedo decir es que la poesía ha influenciado mi estilo narrativo, tanto la que escribo como la que leo.

Ahora que habla de eso, creo que libros como El país de todas las almas o su reciente, Pérdido el paraíso, mantienen esa influencia poética, pero también filosófica…
Sí. No soy filósofo, pero me gusta leerla. En El país de todas las almas, tengo una figura que se llama Abnotim, está inspirado en un amigo filósofo, a quien conocí durante mi estancia en Alemania, te voy contar cómo fue. Estaba haciendo una lectura de Rituales, dentro de una librería, y después la librera me dice que elija un libro como regalo. Escogí uno sobre Schopenhauer, la dependienta me preguntó si lo había escogido por qué era el más caro y le dije que no, que lo había hecho porque el autor estaba en entre el público y quería pedirle que me lo firmara. El caso es que nos presentamos. Le pedí que me firmara su volumen y él me pidió que le firmara, mi primer libro, uno del que sólo vendí como 200 ejemplares. Él se llama Rüdiger Safranski y es 30 años menor que yo, al rato me contó que cada vez que iba a empezar una relación amorosa les pedía a sus parejas que leyeran mi libro, para conocer su opinión. Así empezamos una buena amistad. Habló de él, porque es un filósofo que se sabe explicar. Tiene capacidad de elocuencia, y cada vez que habló con él me queda la impresión de que he comprendido todo. Con esto quiero decir que me gusta la filosofía, pero no soy un académico. De todos modos creo que la filosofía está presente en mis libros. Ahí quien dice que mis libros son difíciles por eso, no lo sé.

Cierto, sus libros tienen cierta densidad reflexiva…
Me gusta que mis libros existan reflexiones. Escribo para esclarecerme algunas cosas. Por ejemplo, tengo una obra que se llama En las montañas de los países bajos, es como un cuento de hadas porque Holanda no tiene montañas. Lo escribí para reflexionar sobre la diferencia entre el mito, el cuento de hadas y la fantasía. En el caso de El día de todas las almas, lo hice para comprender las distintas maneras de escribir sobre historia. Es así, para entender algunas cosas de la vida o la filosofía tengo que escribir, para mí sólo así encuentro la claridad.

Su libro más reciente se llama Perdido el paraíso, ¿cuándo se pierde qué nos queda?
Lo que le quedaba a Adán y Eva: vivir. No sé que queda, uno no se puede imaginar el paraíso, puedes imaginar un mundo mejor, pero a mí juicio pensar en el paraíso puede resultar un poco aburrido. A mi me gusta el mundo con todo y sus problemas. El título obedece a una metáfora y está basado en Milton. Si Dios era todo poderoso, podría haber sabido lo que pasaría con Eva. ¿Por qué Dios creó unos seres imperfectos? Como historia funciona, es un título poético porque, según la religión, cuando los ángeles expulsan a Adán y Eva es cuando verdaderamente empieza la historia de la humanidad.

Dentro del libro escribe que uno triunfa cuando trasciende la idea de mortalidad…
Me pregunto ¿queremos verdaderamente vivir eternamente? No lo sé, pero no me puedo imaginar queriendo vivir mil años. Aún así, para mucha gente decir adiós no es agradable, porque hay dolor y vejez. Mi madre tiene 96 años, ya empieza a perder de la memoria, a veces no me reconoce, esas cosas son tristes pero qué se le puede hacer.

¿Cómo lleva la idea de la muerte?
Luego me preguntan qué por qué escribo tanto sobre la muerte y suelo responder que porque cuando esté muerto no lo podré hacer.

Su padre murió muy joven, en cambio su madre ha vivido bastante…
Sí, mi padre murió en la guerra. También teníamos una tía que vivió hasta los 105 años, y totalmente consciente. A lo mejor puede parecer injusto que unos vivan más y otros menos. Pero siempre hay límite, en el caso de esta tía, ella dijo: “bueno ya he vivido bastante bye bye” y murió. Ese es un buen fin, pero cuando tus padres pierden la memoria es algo triste. Un día salimos a cenar con mi madre, y cuando la llevamos de regreso a su casa, nos dijo: “yo no vivo aquí”. Nosotros le enseñamos sus cosas, y no reconocía nada, ni siquiera la imagen de su último esposo. Eso es duro para nosotros, pero también para el enfermo. Un amigo ha escrito una novela sobre el Alzhaimer, pero desde el punto de vista del enfermo. Hay un pasaje donde el protagonista le dice a su mujer, “ya me voy a la oficina”; y ella le responde “pero si ya estás jubilado”. Con la memoria se pierde mucho. Cuando estoy con mi madre y está en un lapso de no comprensión, si empiezo a cantar canciones de su juventud, se acuerda. Y es que la memoria corta se va y la larga se queda.

¿Qué lee de literatura latinoamericana?
El problema es que en este mundo hay demasiados libros. Leo en cuatro o cinco idiomas, sin embargo hay muchos clásicos que no he leído. Otro problema que tengo es el tiempo. De Latinoamérica conozco, sobre todo a los poetas que he traducido, como a Huidobro, Vellejo, Neruda. De prosa conozco muy bien a Borges, también Bioy Casáres, Lezama y Onetti. Por supuesto hay muchos a los que no conozco, pero es que hay un momento en que uno deja de leer a los autores de moda. Ahora los libros vienen y van muy pronto. En mi país he visto ir y venir a muchos escritores, pero sólo quedan cinco o seis.

Uno de ellos será Harry Mulisch…
Lo conozco bastante bien. Es un buen ejemplo, él es más viejo, tiene 79 años y ha dicho que ya no quiere escribir más, que sólo quiere leer el periódico. Yo todavía quiero escribir un poco.

¿Y piensa en el Nobel?
No… respecto a este tema, retomo lo que dice Hugo Claus, después de ser candidato, uno se convierte en candidato eterno. Eso es algo que no viene de mí, ni tal vez de los suecos, sino de los medios. Cualquier cosa que uno diga respecto a este tema esta mal. Si digo que no, es una tontería. Si digo que no lo creo, es la verdad. Como sea, para los escritores es mejor no pensarlo, puedo vivir sin eso.