lunes, 8 de octubre de 2007

Héctor González

Juan Villoro. Los culpables. Almadía. 124 pp.

Tengo que confesar una cosa: siempre he preferido al Juan Villoro (ciudad de México, 1956) de la narración corta que larga. Me parece que es donde mejor se mueve y alcanza efectos más contundentes, gracias a sus dotes para narrar sin rodeos y un profundo conocimiento de la palabra. Hecha la advertencia, la lectura de Los culpables, me entusiasma desde el momento en que veo, se trata de un libro de cuentos. Dentro del volumen encontramos algunos relatos nuevos y otros no tanto, como “Amigos mexicanos”, que no es otra cosa más que una segunda versión de “Entre amigos”, un texto aparecido en el periódico español El País, en 2000. Aquí, desarrolla la historia de un guionista con un amigo periodista estadunidense que viaja al país para investigar temas de escándalo político y social. El relato se apoya en la frase, citada por el mismo Villoro, que comentó alguna vez William Burrouhgs a un colega: “No te preocupes: los mexicanos sólo matan a sus amigos”. El mismo texto sirve, también, para resaltar parte del caótico y a veces, surrealista paisaje que se dibuja en la ciudad de México. Amigos que se acuestan con las esposas de sus amigos, pero que al final hacen todo por ayudarlos, secuestros, agentes de policías con casi derecho a todo, etc. Todos elementos de una cotidianidad que encuentra su riqueza, justo en la asimilación inconsciente, pero que para quien ganara el Premio Xavier Villaurrutia en 1999, no deja de convertirse en materia prima. Otro ejemplo es “El silbante”, referido a otro de los temas predilectos de Villoro: el futbol. Un futbolista es reclutado por trillizos, embajadores plenipotenciarios de un cártel de narcotraficantes que acaba de fundar un equipo en Mexicali. Su traspaso incluye un episodio de desamor. Finalmente, la aventura por tierras fronterizas tendrá un toque tragicómico. Menos delirante y sí, más complejo, resulta “Los culpables”, donde un par de hermanos consiguen vender un guión a una empresa multinacional para filmarlo. Previo al acuerdo, el narrador y autor, tuvo romance con la ex de su hermano. La loza de la mentira se hace más pesada con el tiempo, hasta que llega el momento del desquite, mismo que se consuma cuando su hermano se lleva las palmas por la película. Es precisamente, este relato el que da pie para entrar en el tema que es el hilo conductor del libro: la culpa. Juan Villoro incursiona no con poco humor, en un sentimiento que de una u otra manera todos padecemos. Los personajes presentados en cada uno de los siete relatos, no se desmoronan ante el infortunio porque sienten que la desgracia es producto de algo que en el pasado hicieron mal. La carga de ironía, admite la burla y es en este rasgo donde el libro alcanza su mayor acierto.
Otros títulos de Juan Villoro son: La casa pierde y El testigo.