jueves, 10 de abril de 2008

algo sobre élmer mendoza

Élmer Mendoza. Balas de plata. Tusquets. 254 pp.

¿Será coincidencia que las iniciales de Élmer Mendoza (Culiacán, 1949) sean las mismas que las del policía Edgar “El Zurdo” Mendieta? En todo personaje siempre hay algo del autor y seguro esta no es la excepción. Hay a quienes entretiene descubrir las proyecciones personales a través de la ficción, el juego se vale. Sin embargo, tampoco creo que Mendieta sea un alter ego de Mendoza. Es cierto que Balas de plata, flamante y merecida ganadora de la segunda edición del Premio Tusquets de Novela, retoma al personaje del protagonista –la primera vez fue en un cuento, que publicamos en mi era en Playboy-, pero quizá habría que esperar un poco más para comprobar si en verdad existe una relación simbiótica entre ambos. Al contrario de esto, donde el escritor sinaloense sí consigue una verdadera literatura reflejo, es al momento de construir atmósferas y situaciones que describan el modo en que opera el poder en México. Para descubrir el asesinato de Bruno Canizales nada mejor que acudir al género negro, tal vez algún escritor con el ego enorme, se habría decantado por realizar una novela más de corte político. No obstante, Élmer Mendoza, que anteriormente había mostrado músculo en El asesino solitario, sabe que difícilmente hay un género que mejor refleje el lado oscuro de la sociedad y por lo mismo del ser humano que el policiaco. Atrás de la muerte de Bruno hay un entramado complejo, digno de un país como México, donde cualquiera puede ser culpable: el narcotráfico, el padre con aspiraciones políticas, la pretendiente, el novio, etc. La novela es por demás creíble, Élmer Mendoza conoce perfectamente los escenarios del noroeste. Sus virtudes y sus infiernos, sus diálogos y sus señas. Pero hay más, el narrador norteño que hace apenas un puñado de años deslumbrara a Arturo Pérez Reverte, sabe –como casi cualquier culichi- cómo opera el narco. Y es en este punto donde Mendoza consigue uno de sus grandes aciertos, sin demagogia ni doble moral, presenta una novela con todos los elementos del México contemporáneo, el país de la simulación.
Del resto, no hay más que ubicarnos. Edgar “El Zurdo” Mendieta pertenece a la tradición de policías latinos –y aquí por supuesto incluimos a los españoles e italianos-: personajes no tan duros como los sajones, con una cultura relativamente superior a la que podríamos imaginar, perdedoros en el amor y en la vida misma, etc. Y es que sí Élmer Mendoza nos convence de que un maestro de literatura se puede convertir en policía, casi casi nos puede convencer de cualquier cosa. No hay duda que estamos ante una clásica novela negra quizá en el mismo nivel que El complot mongol o Cuatro manos, mas aquí no para la cosa. Si todavía existe alguien que considera que este género carezca de riesgos estilísticos, aquí topará con pared. Basta mirar los diálogos a renglón seguido para entender que tras la historia hay una tramoya estética ambiciosa y poco complaciente. Todo para llegar a dos palabras: excelente literatura.

jueves, 3 de abril de 2008



zacatecas

En Zacatecas hay dos estaciones la del tren y el invierno. Hace un frío de perros, pero bueno, la idea de ir a su festival no estaba nada mal. La visita de Bob Dylan al norteño estado, era todo un suceso. Llegaron mochileros de varios lares del país, para ver al compositor más influyente de la segunda mitad del siglo XX -aunque se enojen los beatlemaniacos-. Según los datos oficiales fueron cerca de doce mil las personas que asistieron a un concierto, que parece ser, fue el más largo que el músico dio en México. Dylan tocó clásicos en sus versiones tipo bluegrass, "Masters of war", "I'ill be your baby tonigth", "All along the watch tower" y por supuesto "Like Rolling Stone". A nivel musical no hay queja sigue tocando como los grandes. No obstante me descolocó saber que ahora es un divo. Su exigencias en materia de seguridad fueron en exceso, pedir trescientos policias es demasiado, sólo Bush y eso con razón porque tiene tal cantidad de enemigos, que bueno al menos de un sape no se salva. ¿Pero Dylan? Exagerdo creo. O ¿por qué cobró 360 mil dólares por el concierto en Zacatecas, cuando en todos lados tuvo una tarifa de 160 mil. Quiza supuso que como este es uno de los estados con más alto nivel de exportación de braseros, pensó que la ciudad tendría millones de dólares. En serio, mal, ¿dónde quedó el espíritu en aventurero y revolucionario, sólo es materia de conciones? Con todo y todo es un master. Ni pex.