jueves, 4 de noviembre de 2010

Café re-cargado


¿Es Café Tacvba la mejor banda mexicana? Es cuestión de gustos, lo que es indudable es que es de las más propositivas y atrevidas, dentro de una escena que se caracteriza por músicos acostumbrados a dormirse en sus laureles. Discos como "Re" o "Cuatro caminos" son clásicos indiscutibles. Por todo ello un documental sobre el grupo no es poca cosa y genera expectativa. No olvidemos que México es un país con poca, por no decir nula tradición testimonial entre artístas e intelectuales. Los proyectos de este tipo son en su gran mayoría políticamente correctos y pocas veces los protagonistas se abren para contar sus vidas tal cual. Dirigido por Ernesto Contreras y José Manuel Cravioto, "Seguir siendo" es la película sobre Café Tacvba. Seamos francos: el filme es un homenaje. No estoy seguro, pero me da la impresión que los directores son fervientes fans del conjunto de Satélite y eso se nota. La cinta rescata testimonios sobre la historia y trascendencia de la conjunto, reseña sus pasos por Japón, Estados Unidos, Europa. Lo malo es que la película se queda en eso. Steven Sebring en "Dream of life" que versa sobre Patti Smith o casi cualquiera de los trabajos de Julian Temple, son ejemplares en el sentido de que sin denostar la influencia e importancia de los protagonistas no caen en la apología gratuita. Y es que tanto Contreras como Cravioto se quedan en la superficie, apenas se acercan al funcionamiento creativo del conjunto, aquí hay que decirlo da la impresión de que son los propios músicos quienes no se muestran muy dispuestos a abrirse, pero los cineastas tampoco hacen por indagar en los claroscuros de Rubén, Quique, Joselo y Meme. Cuando hay pinceladas de ello, los directores no profundizan.
A estas alturas elogiar a Café Tacvba es lo más cómodo, es sencillo es mostrar su grandeza porque es lo primero que resalta de su trabajo. El verdadero reto era profundizar en el aspecto humano y desafortunadamente "Seguir siendo" apenas lo hace. Es decir, es un documental que convence a convencidos y reafirma a los fans. A nivel informativo hay datos interesantes pero son pocos, los menos. En conclusión no es una cinta acorde a la altura de los tacvbos.

viernes, 13 de agosto de 2010

Volver a Steinbeck




John Steinbeck. Los vagabundos de la cosecha. Libros del Asteroide. Traducción: Marta Alcaraz. 116 pp

Cuando no es un asesinato es la Ley 187, es la Helms-Burton o recientemente la Ley Arizona, pero cada tanto tiempo la migración brinca a las primeras planas de los medios y las discusiones de analistas. El desplazamiento humano en aras de mejores condiciones de vida no es nuevo, de hecho es un fenómeno tan añejo como la presencia del Hombre en el planeta. Hace algunos años se ha convertido en una especie de subgénero, por ejemplo hay una literatura fronteriza no sólo relacionada con el borde entre México y Estados Unidos, también existe respecto a los cubanos que viajan a Miami o los africanos que cruzan el Mediterráneo para llegar a Europa. Dentro del cine la situación es similar, podríamos enunciar cualquier cantidad de filmes alusivos al tema.
Obvio, a mayor cantidad la calidad disminuye. No obstante, hay excepciones una de ellas es la edición en castellano de los reportajes Los vagabundos de la cosecha de John Steinbeck (California, 1902-1968), narrador norteamericano célebre por haber ganado el Nobel de Literatura en 1962 y por piezas como Al este del Edén y el guión de la cinta de Elia Kazan ¡Viva Zapata!
Publicados en 1936 para The San Francisco News, los textos de Steinbeck son obras de alto calibre periodístico originadas en la resaca producida por el “crack” financiero del 29. Quienes se deslumbraron con la implicación de Hunter S. Thompson en los reportajes, tendrán que reconocer en Steinbeck a un maestro aventajado. Se adentra en la vida de los temporales –los trabajadores que viajaban a California en la temporada de la cosecha- , el resultado es una contundente muestra de que más de setenta años después las condiciones no han mejorado. En los días en que fueron escritos estos reportajes el flujo migratorio era de más de ciento cincuenta mil personas, al principio la gran mayoría eran estadunidenses pero conforme se compuso la economía del país fueron los chinos, japoneses, filipinos y latinos – en especial mexicanos- quienes ocuparon estos puestos.
El factor cíclico de la historia hace vigentes los reportajes. “Miles de agricultores cruzan estados enteros en viejos automóviles renqueantes. Viven en la miseria, tienen hambre y se han quedado sin hogar, dispuestos a aceptar cualquier jornal para poder comer y dar de comer a sus hijos”, son líneas que podrían aparecer en el periódico de hoy. Steinbeck pone énfasis en las condiciones de injusticia que afectan a los trabajadores, si bien destaca esfuerzos como los albergues que en su momento impulsó el gobierno de California, crítica también los esfuerzos por evitar cualquier tipo de organización de los trabajadores por parte de los empresarios, granjeros y bancos. Conviene recordar también que mientras realizó estos reportajes, Steinbeck conoció a Tom Collins, cuyo espíritu circula por su obra cumbre: Las uvas de la ira. En resumen, un libro indispensable para los interesados en conocer algo más sobre la migración en la frontera norte.

jueves, 5 de agosto de 2010

Espírtu beatnik




William S. Burroughs y Jack Kerouac. Y los hipopótamos se cocieron en sus tanques. Anagrama. Traducción: Fernando González. 185 pp.
La noche del 14 de agosto de 1944 Lucien Carr apuñaló a su amigo David Kemmerer, ambos eran parte de un círculo de artistas e intelectuales desconocidos y un tanto decepcionados por la Segunda Guerra Mundial, entre los que se encontraban William S. Burroughs (San Luis, 1914-1997) y Jack Kerouac (Massachusetts, 1922-1969). La noticia alcanzó los diarios y a final de cuentas se manejó como un acto de defensa ante el acoso de un homosexual. Para muchos el altercado fue el detonante de la “generación beat”, toda vez que motivó versos de Allen Ginsberg y una novela escrita a cuatro manos por Burroughs y Kerouac, misma que hoy nos ocupa.
Luego de varios intentos por conseguir editorial durante 1945, la pieza fue guardada y tras la muerte de ambos narradores quedó en resguardo de James W. Grahuerholz, quien se comprometió a no volver intentar su publicación hasta que muriera Carr. Finalmente vio la luz en 2008 –y apenas en 2010, en su versión traducida al castellano-, cuando ya era codiciada como un documento de culto entre los seguidores de los beatniks.
A través de los alter egos Will Dennison (Burroughs) y Mike Ryko (Kerouac) recrearon el episodio y para evitar obviedades, los escritores cambiaron matices y detalles mínimos.
Hay que reconocer que la novela vale en cuanto al valor histórico de lo que narra y al ejercicio que implicó la escritura a cuatro manos por dos de los beats más emblemáticos cuando todavía no eran las leyendas en que se convirtieron. En este sentido, anticipa rasgos que más tarde utilizarán en sus obras posteriores. Por lo demás, no tiene ni por mucho la dimensión de piezas como En el camino o Yonqui. La historia trascurre desde dos pistas y se agradece que este desprovista de cualquier juicio de valor, es evidente que los escritores tenían como objetivo, primero no juzgar y segundo mostrar el lado desangelado de un país que todavía no despertaba de la depresión. En todo momento el relato es lacónico y desnudo en cuanto a adjetivos, basta leer los pasajes para entender porque formaban parte de la también conocida: “generación perdida”. Cada capítulo o episodio se sostiene en un hilo de tensión dramática que encuentra en la acción a su principal canal emotivo. No es necesario reparar en la introspección ni en la emotividad de los personajes cuando se retrata un mundo donde todo parece estar perdido. Y los hipopótamos se cocieron en sus tanques no es lo mejor de Burroughs y Kerouac. De manera separada cada uno escribiría títulos superiores, pues esta narración es reiterativa y poco contundente. Seguro que los cientos de seguidores de los beats dirán que es una pieza esencial para conocer a uno de los movimientos culturales más interesantes de mediados del siglo XX, pero lo cierto es que, al menos para quien esto escribe, la novela está sobrevalorada.

miércoles, 28 de julio de 2010


¿Porqué escribir sobre Arcade Fire?

Porque desde que debutaron con Funeral demostraron mostraron la capacidad mimética del rock sin perder autenticidad ni potencia. Porque Wim Butler va derecho para erigirse como una de las personalidades más prolíficas del rock actual. Porque Neon Bible es un disco que se puede escuchar una y otra vez, que va de homenajes al rock folk a canciones de atmósferas más oscuras a lo The Cure. Porque No cars go y My body is a cage son dos portentos. Porque lo mismo se les ve un día con Bruce Springsteen que con David Byrne o Bowie. Porque hay algo de fellinesco en su sonoridad, que me hace pensar en una caravana de sonidos e instrumentos. Porque en días en los que la música plástica impera y los discos dejan de ser un arte para convertirse en compilados de canciones sueltas, sacan The Suburbs. Porque la canción que hicieron para Donde viven los monstruos de Spike Jonze es una maravilla. Porque todavía tienen la capacidad de sorprender. Porque si en You Tube ves su actuación en el Festival de Glastonbury te reconcilias con los conciertos. Porque Antichrist Televisión Blues, es uno de los mejores homenajes que se le puede rendir a esa leyenda llamada Bruce Springsteen. Porque el 5 de octubre harán un concierto en el Madison Square Garden que será transmitido por You Tube, y lo dirigirá Terry Gilliam. Porque en octubre vendrán a México. ¿Porqué escribir de The Arcad Fire? ¿Porqué no?

viernes, 23 de julio de 2010

El mito de Palahniuk


Hay algo de leyenda en la figura de Chuck Palahniuk (Portland, 1964): cada que presenta un libro organiza un tour digno del mejor momento de Nirvana; la gente se pelea por escucharlo; productoras estadunidenses disputan con ceros los derechos para llevar sus historias al cine; existe el rumor de que está casado con una Miss América y sus lectores se cuentan por miles alrededor del orbe.
Pero pongamos algunas cosas en claro: es más retraído de lo que supone, no está casado con ninguna exuberante modelo (de hecho, es gay, pero bueno, eso es lo de menos) y tampoco disfruta la estela de rock star que le cuelgan los medios.
Heredero de la prosa de Douglas Copland —el escritor que supo retratar a la Generación X— y primo hermano de la obra de David Foster Wallace y Michael Chabon, Palahniuk se erige como un autor crudo y potente, dispuesto a escandalizar al más taimado por decir lo que piensa sin cortapisas.
Hasta aquí podemos hablar de un narrador coherente y con valor. Sin embargo, la literatura exige algo más. Entre los autores de su generación, Palahniuk, al igual que Foster Wallace, se debe en buena medida al periodismo. Sus novelas son como reportajes o crónicas ficcionadas. Ejemplifico: su pieza más reciente en castellano es Snuff, donde a través de un close up a la industria del cine porno intenta crear un fresco de inseguridades, traumas y debilidades humanas.
Gancho
La historia se concentra en Cassie Wright, una supuesta leyenda del género que con el fin de recuperar los días de gloria pretende romper el récord de más relaciones sexuales en un filme, con 600. Para cumplir su objetivo, la productora realiza un inmenso casting al que acuden hombres de distintas personalidades y a los que identifica por medio del número de turno. Mientras llega la hora de entrar en acción, el escritor plantea una serie de situaciones, trucos y anécdotas capaces de enganchar al lector.
En alguna ocasión Palahniuk declaró que lo más difícil de escribir es coleccionar detalles y ordenarlos. Bajo esta lógica, hay que reconocer que a su obra no le faltan detalles ni investigación; es ahí cuando me refiero a su deuda con el periodismo. Creo que donde lo podemos leer con más soltura es en su libro Error humano, una colección de reportajes portentosos.
Con la ficción es otra cosa. Sus personajes son unidimensionales y la dureza que algunos le agradecen y reconocen es tibia en comparación con Salinger, Ellroy o McCarthy. Es decir, es mucho oropel, pero poca sustancia; que me disculpen los defensores, pero Palahniuk ilustra, no conmueve, al menos por ahora.

viernes, 16 de julio de 2010

Vasconcelos y su pensamiento cósmico


En 1926, un año después de publicar La raza cósmica, el volumen donde José Vasconcelos (1882-1959) promovía el surgimiento de una “quinta raza” en América, dictó una serie de conferencias en Estados Unidos bajo el título The Latin American Basis of Mexican Civilization. Aquellas ponencias prácticamente desconocidas para los lectores mexicanos, ahora son recuperadas y traducidas por Heriberto Yépez en La otra raza cósmica (Almadía).
En la nota introductoria, el propio Yépez escribe: “Si La raza cósmica la dedicó a lectores iberoamericanos, esta contraparte, hasta ahora desconocida en nuestro idioma, la dedicó, precisamente a la otra raza cósmica, la norteamericana”. La reflexión de Vasconcelos plantea que la sociedad mexicana se sostiene por una serie de hilos sueltos e inconexos que no le han permitido afianzar un sustrato de cultura e identidad que se traduzca en desarrollo. Parte de las diferencias entre los procesos colonizadores impulsados por países como Inglaterra u Holanda, y España, para luego compararnos con Estados Unidos y con naciones sudamericanas como Argentina o Brasil.
A su llegada a Norteamérica, Inglaterra no se encontró con civilizaciones, sino con comunidades indias, cosa que no sucedió con España, cuyas fuerzas se toparon con sociedades establecidas como la maya o la inca, además de conflictos locales de distintos grupos que rivalizaban con los aztecas. Es decir, mientras que en el norte los colonizadores desplazaron a los nativos, hacia el sur tuvieron que aprender a convivir y mezclarse con los locales para poder imponer sus formas. Otro rasgo determinante, al menos para Vasconcelos, era la situación geográfica misma que lo lleva a afirmar: “Nuestra psicología como regla es psicología del apostador; apostamos con nuestra riqueza y con nuestras oportunidades en la vida; de hecho, apostamos con nuestra vida”.
Entre 1921 y 1924 José Vasconcelos fue secretario de educación. En la dependencia ejerció la política y descubrió su vocación por el servicio público. Si tomamos en cuenta que hacia 1929 buscó la presidencia, podremos entender que en 1926 dictara las ponencias: La democracia en Latinoamérica y El problema racial en Latinoamérica. En la primera cuestiona los regímenes dictatoriales y las paradojas del caudillismo, en tanto que manifiesta su simpatía por el escritor y luego presidente argentino Domingo Faustino Sarmiento, entre otras cosas por su formación intelectual. En lo que toca a la segunda, defiende el mestizaje y las posibilidades que abre para el desarrollo de una civilización como la nuestra. Es decir, los discursos son parte de su carrera política. Cuestionables o no sus argumentos, lo cierto es que a la luz del tiempo no han perdido vigencia, Yépez que se ha preocupado por analizar lo que conocemos como mexicanidad –léase su ensayo La increíble hazaña de ser mexicano-, sabe del valor de las reflexiones de Vasconcelos por eso rescata unos documentos que sin necesidad de apologías, ni afanes reivindicativos, es pertinente leer.

jueves, 8 de julio de 2010

Mr. Octopues


¿El nuevo Nostradamus? Quizá ante la falta de un astro que despunte dentro del Mundial de Futbol de Sudáfrica, un cefalópodo de ha convertido en la estrella. El Pulpo Paul y sus dotes adivinatorios han dado la vuelta al mundo. Luego de que España venciera a Alemania en las semifinales, el presidente José Luis Rodríguez Zapatero manifestó su preocupación por el animal: "Estoy preocupado por el pulpo porque evidentemente ha sido muy espectacular que haya acertado la victoria de España", dijo en broma el mandatario. Los argentinos intentaron rivalizarlo con un intrascente langostino. Imposible. Con sus ocho téntaculos, Paul sostiene la fe decenas de aficionados. Si antes depositaban las esperanzas en los botines de Messi o Klose, hoy lo hacen en el pulpo más famoso del mundo. Si tecleas Pulpo Paul en Google, aparecen dos millones 200 mil menciones, no esta mal para un invertebrado del que antes casi nadie sabía.

De Vargas a Rius


En 2007, el Museo del Estanquillo promovido por Carlos Monsiváis montó la exposición De San Garabato al Callejón del Cuajo, que rindió tributo al recién fallecido Gabriel Vargas y a Eduardo del Río “Rius”. Dos años después aparece el catálogo de la muestra con textos del propio Monsiváis, Rafael Barajas “El Fisgón” y Francisco Vidargas.
La trascendencia de Vargas y “Rius” es analizada desde distintas perspectivas. Carlos Monsiváis, lo hace a partir de su trascendencia en la cultura popular. Revisa los aportes de ambos dibujantes como refractarios de su realidad. “Se alquila el pasado, se rifa el porvenir. La nación no es un cómic, de acuerdo, pero sus habitantes, los que han sido y los que están siendo y deshaciendo, sí tienen a la historieta en el catálogo de sus orígenes”, escribe el cronista. Con el afinado y farragoso estiló que caracterizó sus textos, hurga en las vecindades y demás escenarios de los que emergió La familia Burrón y Los Supermachos, para llegar el epicentro del arraigo de los moneros entre sus lectores: el lenguaje, esencial factor de identidad entre la obra y el ciudadano de a pie.
El contexto histórico corresponde a Rafael Barajas “El Fisgón”. Rescata el hecho de que durante décadas, sobre todo a mediados del siglo XX, la historieta y el cómic, se convirtieron en el material de lectura preferido de la ciudadanía recién alfabetizada. Para justificar su hipótesis retomemos una cifra: entre 1976 y principios de 1977, la industria mexicana de la historieta y la fotonovela producía cada mes un total de 69 millones 586 mil 800 ejemplares. En su mejor momento La familia Burrón llegó a tirar más de cien mil tiras. Si bien la primera tira cómica mexicana aparece en 1861, es en 1934 cuando sale a circulación Paquín, “la primera publicación nacional especializada en historietas”, a partir de entonces inicia la auge de un género que si bien cierto sector intelectual desdeñó, la realidad de muestra que se convirtió en el principal material de lectura de la población en general. En su análisis histórico “El Fisgón”, destaca el carácter sociológico de Vargas y la crítica social y política con que “Rius”, distinguió su trabajo. No obstante, el texto Barajas parece trunco. No llega a los ochenta, menciona de refilón a El gallito inglés, pero no alude a la escuela tapatía que su momento impulsaron Falcón, Trino y Jis, a quienes sin duda se les debe un segundo aire de la historieta mexicana.
En el mismo sentido, aunque desde una perspectiva más museográfica se encuentra el texto de Vidargas. Con todo, el volumen tiene un valor intrínseco como un interesante material de consulta adornado con el espléndido diseño de José Luis Lugo.

miércoles, 30 de junio de 2010

Por fin!!!!


Entre tanta mala noticia una buena arrebata un suspiro. Día a día encontramos razones que nos hacen en repensar la posibilidad de algún día salir de este -cada vez más narcotizado- país. Cuando los motivos para emigrar van en un aumento, por fortuna surge algo que nos, perdón, me hace pensar que no todo esta perdido. Por supuesto que esa bocanada de oxígeno tiene que venir de la cultura, pues la política no da para tanto y menos el deporte, con nuestra deprimente selección de futbol. Me refiero a Corona Capital Festival que tendrá lugar el próximo 16 de octubre en el Autódromo de los Hermanos Rodríguez.
En términos generales, el cartel no le pide nada a cualquier festival veraniego inglés. James, Regina Spektor, Metric, White Lies, Interpol, Pixies y Echo & the Bunnymen, justifican el precio del boleto, que ronda los 500 pesos. Cada uno de ellos merece un concierto por si solo, pero bueno, aunque sea en pequeñas dosis la posibilidad de verlos juntos avisora un futuro no tan sombrío. Todavía no entiendo porque ponen a Interpol al nivel de los Pixies y arriba de Echo & the Bunnymen, los meritos de Ian McCulloch son mayores que los del grupo de Julian Plenti. En fin, ignorancia de los organizadores. Por lo demás, hay que asumir que nada es perfecto y antes de llegar a los estelares habra que padecer el calvario de una serie de bandas mexicanas, de las que sólo se me ocurre rescatar a 60 Tigres y Furland.
En breve hablaremos de cada una de los grupos.

lunes, 28 de junio de 2010

A propósito de Waits


Bob Dylan lo tiene como uno de sus super héroes; Primus le rinde pleitesía; la bella Scarlett Johansson le hace un homenaje; Francis Ford Coppola le acomoda un proyecto a modo con tal de colaborar con él. Podríamos llenar este espacio con la lista de celebridades que admiran y respetan a Tom Waits.
Ante la carencia de libros que nos acerquen a este tipo de iconos pop, la edición en castellano de la biografía escrita por Barney Hoskyns (Oxford, 1959) no es un hecho menor. Además de la amplia –la hechura del volumen le tomó varios años- y acuciosa investigación, tuvo que sortear con la reticencia del propio Waits para escudriñar sobre su vida. Cuenta que unas horas de de tener una entrevista con Keith Richards para hablar del biografiado, el guitarrista de los Stones canceló argumentando que no era conveniente hablar de su colega.
Pese a las contrariedades el oficio del periodista no mengua y presenta un material basto. Aclara información sobre Waits: desmiente la leyenda de que nació dentro de un taxi, pero también analiza el desenvolvimiento de su obra. La influencia de escritores beats como Burroughs, Ginsberg o Kerouac, sobre todo en sus primeros discos es revisada a detalle, lo mismo que la presencia de esa especie de figura paterna que resultó Charles Bukowski. Sin hacer apologías, el investigador profundiza en las mutaciones que el propio músico ha creado sobre si mismo. Lo ubica en su origen como la antítesis de la resaca hippie. Mientras las grandes estrellas del rock emigraban de la ciudad al campo, léase Neil Young, Dylan o los Eagles, por ejemplo, Waits en Los Ángeles y Bruce Springsteen en Nueva Jersey, emergieron como los trovadores urbanos más destacados de su generación. Sin embargo, la inquietud poliédrica de Tom Waits lo llevó a reinventarse. Dejó la imagen de vagabundo y semi beat jazzista para apostar por una línea más innovadora que lo convierte en el gurú del rock alternativo, siempre apuntalado por su esposa Kathleen Brennan. Ha perfeccionado su propuesta de tal modo que si bien no ha cedido un ápice, sí ha perdido en su capacidad para conmover. A juicio de Hoskyns, en su afán por ir más allá ha perdido la conexión con el alma humana, rasgo que en su momento lo convirtió en uno de los mayores letristas de la Unión Americana.
El fresco trazado por el periodista abarca las facetas creativas del biografiado: su paso por el cine, sus incipientes aproximaciones al teatro y la construcción de su mítica figura. Si bien habla de sus problemas de adicciones, en especial con el alcohol, no se regodea en las situaciones de escándalo, todo lo contrario se centra en su aspecto artístico. Sin duda uno libro a la altura del propio Tom Waits.