miércoles, 28 de julio de 2010


¿Porqué escribir sobre Arcade Fire?

Porque desde que debutaron con Funeral demostraron mostraron la capacidad mimética del rock sin perder autenticidad ni potencia. Porque Wim Butler va derecho para erigirse como una de las personalidades más prolíficas del rock actual. Porque Neon Bible es un disco que se puede escuchar una y otra vez, que va de homenajes al rock folk a canciones de atmósferas más oscuras a lo The Cure. Porque No cars go y My body is a cage son dos portentos. Porque lo mismo se les ve un día con Bruce Springsteen que con David Byrne o Bowie. Porque hay algo de fellinesco en su sonoridad, que me hace pensar en una caravana de sonidos e instrumentos. Porque en días en los que la música plástica impera y los discos dejan de ser un arte para convertirse en compilados de canciones sueltas, sacan The Suburbs. Porque la canción que hicieron para Donde viven los monstruos de Spike Jonze es una maravilla. Porque todavía tienen la capacidad de sorprender. Porque si en You Tube ves su actuación en el Festival de Glastonbury te reconcilias con los conciertos. Porque Antichrist Televisión Blues, es uno de los mejores homenajes que se le puede rendir a esa leyenda llamada Bruce Springsteen. Porque el 5 de octubre harán un concierto en el Madison Square Garden que será transmitido por You Tube, y lo dirigirá Terry Gilliam. Porque en octubre vendrán a México. ¿Porqué escribir de The Arcad Fire? ¿Porqué no?

viernes, 23 de julio de 2010

El mito de Palahniuk


Hay algo de leyenda en la figura de Chuck Palahniuk (Portland, 1964): cada que presenta un libro organiza un tour digno del mejor momento de Nirvana; la gente se pelea por escucharlo; productoras estadunidenses disputan con ceros los derechos para llevar sus historias al cine; existe el rumor de que está casado con una Miss América y sus lectores se cuentan por miles alrededor del orbe.
Pero pongamos algunas cosas en claro: es más retraído de lo que supone, no está casado con ninguna exuberante modelo (de hecho, es gay, pero bueno, eso es lo de menos) y tampoco disfruta la estela de rock star que le cuelgan los medios.
Heredero de la prosa de Douglas Copland —el escritor que supo retratar a la Generación X— y primo hermano de la obra de David Foster Wallace y Michael Chabon, Palahniuk se erige como un autor crudo y potente, dispuesto a escandalizar al más taimado por decir lo que piensa sin cortapisas.
Hasta aquí podemos hablar de un narrador coherente y con valor. Sin embargo, la literatura exige algo más. Entre los autores de su generación, Palahniuk, al igual que Foster Wallace, se debe en buena medida al periodismo. Sus novelas son como reportajes o crónicas ficcionadas. Ejemplifico: su pieza más reciente en castellano es Snuff, donde a través de un close up a la industria del cine porno intenta crear un fresco de inseguridades, traumas y debilidades humanas.
Gancho
La historia se concentra en Cassie Wright, una supuesta leyenda del género que con el fin de recuperar los días de gloria pretende romper el récord de más relaciones sexuales en un filme, con 600. Para cumplir su objetivo, la productora realiza un inmenso casting al que acuden hombres de distintas personalidades y a los que identifica por medio del número de turno. Mientras llega la hora de entrar en acción, el escritor plantea una serie de situaciones, trucos y anécdotas capaces de enganchar al lector.
En alguna ocasión Palahniuk declaró que lo más difícil de escribir es coleccionar detalles y ordenarlos. Bajo esta lógica, hay que reconocer que a su obra no le faltan detalles ni investigación; es ahí cuando me refiero a su deuda con el periodismo. Creo que donde lo podemos leer con más soltura es en su libro Error humano, una colección de reportajes portentosos.
Con la ficción es otra cosa. Sus personajes son unidimensionales y la dureza que algunos le agradecen y reconocen es tibia en comparación con Salinger, Ellroy o McCarthy. Es decir, es mucho oropel, pero poca sustancia; que me disculpen los defensores, pero Palahniuk ilustra, no conmueve, al menos por ahora.

viernes, 16 de julio de 2010

Vasconcelos y su pensamiento cósmico


En 1926, un año después de publicar La raza cósmica, el volumen donde José Vasconcelos (1882-1959) promovía el surgimiento de una “quinta raza” en América, dictó una serie de conferencias en Estados Unidos bajo el título The Latin American Basis of Mexican Civilization. Aquellas ponencias prácticamente desconocidas para los lectores mexicanos, ahora son recuperadas y traducidas por Heriberto Yépez en La otra raza cósmica (Almadía).
En la nota introductoria, el propio Yépez escribe: “Si La raza cósmica la dedicó a lectores iberoamericanos, esta contraparte, hasta ahora desconocida en nuestro idioma, la dedicó, precisamente a la otra raza cósmica, la norteamericana”. La reflexión de Vasconcelos plantea que la sociedad mexicana se sostiene por una serie de hilos sueltos e inconexos que no le han permitido afianzar un sustrato de cultura e identidad que se traduzca en desarrollo. Parte de las diferencias entre los procesos colonizadores impulsados por países como Inglaterra u Holanda, y España, para luego compararnos con Estados Unidos y con naciones sudamericanas como Argentina o Brasil.
A su llegada a Norteamérica, Inglaterra no se encontró con civilizaciones, sino con comunidades indias, cosa que no sucedió con España, cuyas fuerzas se toparon con sociedades establecidas como la maya o la inca, además de conflictos locales de distintos grupos que rivalizaban con los aztecas. Es decir, mientras que en el norte los colonizadores desplazaron a los nativos, hacia el sur tuvieron que aprender a convivir y mezclarse con los locales para poder imponer sus formas. Otro rasgo determinante, al menos para Vasconcelos, era la situación geográfica misma que lo lleva a afirmar: “Nuestra psicología como regla es psicología del apostador; apostamos con nuestra riqueza y con nuestras oportunidades en la vida; de hecho, apostamos con nuestra vida”.
Entre 1921 y 1924 José Vasconcelos fue secretario de educación. En la dependencia ejerció la política y descubrió su vocación por el servicio público. Si tomamos en cuenta que hacia 1929 buscó la presidencia, podremos entender que en 1926 dictara las ponencias: La democracia en Latinoamérica y El problema racial en Latinoamérica. En la primera cuestiona los regímenes dictatoriales y las paradojas del caudillismo, en tanto que manifiesta su simpatía por el escritor y luego presidente argentino Domingo Faustino Sarmiento, entre otras cosas por su formación intelectual. En lo que toca a la segunda, defiende el mestizaje y las posibilidades que abre para el desarrollo de una civilización como la nuestra. Es decir, los discursos son parte de su carrera política. Cuestionables o no sus argumentos, lo cierto es que a la luz del tiempo no han perdido vigencia, Yépez que se ha preocupado por analizar lo que conocemos como mexicanidad –léase su ensayo La increíble hazaña de ser mexicano-, sabe del valor de las reflexiones de Vasconcelos por eso rescata unos documentos que sin necesidad de apologías, ni afanes reivindicativos, es pertinente leer.

jueves, 8 de julio de 2010

Mr. Octopues


¿El nuevo Nostradamus? Quizá ante la falta de un astro que despunte dentro del Mundial de Futbol de Sudáfrica, un cefalópodo de ha convertido en la estrella. El Pulpo Paul y sus dotes adivinatorios han dado la vuelta al mundo. Luego de que España venciera a Alemania en las semifinales, el presidente José Luis Rodríguez Zapatero manifestó su preocupación por el animal: "Estoy preocupado por el pulpo porque evidentemente ha sido muy espectacular que haya acertado la victoria de España", dijo en broma el mandatario. Los argentinos intentaron rivalizarlo con un intrascente langostino. Imposible. Con sus ocho téntaculos, Paul sostiene la fe decenas de aficionados. Si antes depositaban las esperanzas en los botines de Messi o Klose, hoy lo hacen en el pulpo más famoso del mundo. Si tecleas Pulpo Paul en Google, aparecen dos millones 200 mil menciones, no esta mal para un invertebrado del que antes casi nadie sabía.

De Vargas a Rius


En 2007, el Museo del Estanquillo promovido por Carlos Monsiváis montó la exposición De San Garabato al Callejón del Cuajo, que rindió tributo al recién fallecido Gabriel Vargas y a Eduardo del Río “Rius”. Dos años después aparece el catálogo de la muestra con textos del propio Monsiváis, Rafael Barajas “El Fisgón” y Francisco Vidargas.
La trascendencia de Vargas y “Rius” es analizada desde distintas perspectivas. Carlos Monsiváis, lo hace a partir de su trascendencia en la cultura popular. Revisa los aportes de ambos dibujantes como refractarios de su realidad. “Se alquila el pasado, se rifa el porvenir. La nación no es un cómic, de acuerdo, pero sus habitantes, los que han sido y los que están siendo y deshaciendo, sí tienen a la historieta en el catálogo de sus orígenes”, escribe el cronista. Con el afinado y farragoso estiló que caracterizó sus textos, hurga en las vecindades y demás escenarios de los que emergió La familia Burrón y Los Supermachos, para llegar el epicentro del arraigo de los moneros entre sus lectores: el lenguaje, esencial factor de identidad entre la obra y el ciudadano de a pie.
El contexto histórico corresponde a Rafael Barajas “El Fisgón”. Rescata el hecho de que durante décadas, sobre todo a mediados del siglo XX, la historieta y el cómic, se convirtieron en el material de lectura preferido de la ciudadanía recién alfabetizada. Para justificar su hipótesis retomemos una cifra: entre 1976 y principios de 1977, la industria mexicana de la historieta y la fotonovela producía cada mes un total de 69 millones 586 mil 800 ejemplares. En su mejor momento La familia Burrón llegó a tirar más de cien mil tiras. Si bien la primera tira cómica mexicana aparece en 1861, es en 1934 cuando sale a circulación Paquín, “la primera publicación nacional especializada en historietas”, a partir de entonces inicia la auge de un género que si bien cierto sector intelectual desdeñó, la realidad de muestra que se convirtió en el principal material de lectura de la población en general. En su análisis histórico “El Fisgón”, destaca el carácter sociológico de Vargas y la crítica social y política con que “Rius”, distinguió su trabajo. No obstante, el texto Barajas parece trunco. No llega a los ochenta, menciona de refilón a El gallito inglés, pero no alude a la escuela tapatía que su momento impulsaron Falcón, Trino y Jis, a quienes sin duda se les debe un segundo aire de la historieta mexicana.
En el mismo sentido, aunque desde una perspectiva más museográfica se encuentra el texto de Vidargas. Con todo, el volumen tiene un valor intrínseco como un interesante material de consulta adornado con el espléndido diseño de José Luis Lugo.