viernes, 18 de julio de 2008
sobre La noche del caníbal
Algo sobre "La noche del caníbal" de Luis Jorge Boone, publicado en Vértigo 382:
Laberintos circulares narra la paradoja de “el verdugo que siente tal compulsión por matar que termina decapitándose”. El inicio de Oblivion es en sí mismo un relato: “Se levantó de la cama en busca del último frasco de loción y, al encontrarlo vacío, supo que el aroma provenía de su memoria”. Una minificción hecha y derecha, el resto del cuento merece lectura, pero no consigue la contundencia de su inicio. La recta final la constituyen Telarañas, Mandrágula y La noche del caníbal. Con su peculiaridad, cada texto ronda los bordes de la locura y la realidad. El primero plantea la neurosis de quien espera día a día la muerte. El segundo camina sobre el sendero que traza el deseo. Del último habría que destacar su carácter rulfiano. Al interior y en los alrededores de una mina, el protagonista confronta su pasado con su presente, el mundo de los vivos con el de los muertos.
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