viernes, 23 de noviembre de 2007

hay que leerlo

Edgar Omar Avilés. La noche es luz de un sol negro. Ficticia. 165 pp.

Hablar de escritores “jóvenes”, implica abrir una gama de interpretaciones. Para algunos, Jorge Volpi a sus treinta y nueve años, es todavía un autor joven; en tanto que otros ubican en esta categoría a los adolescentes que aún estudian y que sin rebasar los treinta empiezan a publicar. ¿Un hombre o mujer que publica su primer libro a sus cuarenta y cuatro primaveras es un autor joven? ¿Cuál es la frontera que divide al rango? No lo sé y no pienso entrar en esa discusión. Es más en el caso de Edgar Omar Avilés (Morelia, 1980), no hay tal controversia. A sus veintisiete años el narrador michoacano presenta su primer volumen de relatos, con algunos de ellos ha obtenido ya varios premios y becas. Cercano al género fantástico, el autor construye universos donde nada es lo que parece y el factor sorpresa es una constante. Cierto es que Avilés a veces recuerda a Bioy o a Borges, sin embargo, en cada relato existe una profunda indagación por encontrar una voz que luce en sus mejores momentos cuando reviste sus historias con una amargura barnizada por humor negro. “Cada noche se hasta donde me arrastrará el día venidero. Intento burlar una y otra vez, no lo consigo. Si esta escrito que perderé las llaves del departamento, estas, sin importar cuál se mi voluntad, se perderán”, cuenta en “La Burla”, el joven que ve como su vida está inscrita en un libro de autor anónimo. Para Avilés nada es fortuito, empezando por la estructura del volumen. La primera parte lleva por nombre Cuatro son las puertas, aquí los personajes parten de insatisfacción que los confronta con proyecciones desbordadas de ellos mismos. En “Mal de ojo”, el protagonista pide como deseo a una botella de cerveza –les puedo asegurar que esta es una práctica más común de lo que parece- que una parte de su cuerpo se rebele. Su petición se convierte en realidad y uno de sus ojos toma carretera para llevar una vida independiente. Un caso más extremo, “El extraño caso de Martha”, cuento donde una adolescente preñada por un pepino – imagine el tipo de bebé-. Dramático por si mismo es “Vida extra”, donde Pahko se juega la posibilidad de una segunda oportunidad para rehacer su miserable vida.
En el mismo tono, pero quizá más experimental en la forma es la segunda parte Insecto y alfiler. Edgar Omar Avilés lleva la concreción hasta los niveles de la minificción, con, en general, resultados favorables. Prueba de ello es “Acto final”: “Tras secarse el sudor con un pañuelo, la concurrencia presenció cómo se ahogaba, impedido para respirar. Fue así como se supo que no era un charlatán: el mago por descuido se había borrado la cara”. En su conjunto La noche es luz de un sol negro, es un compendio de historias donde predominan las realidades paralelas. En tanto que Edgar Omar Avilés es un auténtico autor joven, que más que prometedor, ya es una realidad.

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