viernes, 23 de noviembre de 2007

la nueva de rivera garza

Cristina Rivera Garza. La muerte me da. Tusquets. 354 pp.

Advertencia. Quien busque una novela lineal y convencional, tendrá que abstenerse del nuevo libro de Cristina Rivera Garza (Matamoros, 1964). Si algo ha distinguido la obra de la escritora, es su capacidad de movimiento y experimentación. Una narración en distintos planos, así como una estructura fragmentaria, son ya, firma de la casa. Anteponer la estética a la historia, es un trabajo difícil. La mayoría de quienes apuestan por ello no pasan de ser desangelados preciosistas incapaces de conmover, incluso al lector más blando. Con Rivera Garza no es así.
Estamos ante un asesino serial. Cuatro son sus víctimas, todas hombres y todas terminan castradas. De casualidad, el personaje Cristina Rivera Garza se topa con uno de los cadáveres e informa a la policía. El caso es tomado por una detective y seguido por una periodista de nota roja. Las únicas pistas son los versos de Alejandra Pizarnik, que el victimario deja cerca de los cuerpos. En primera instancia, la narración retoma las atmósferas del thriller. Las piezas se mueven y en distintos momentos cualquiera puede ser culpable. La investigación abre un abanico de interpretaciones que consiguen hacer del lector un testigo confundido. Mas, Rivera Garza no se queda en ese terreno y hace de La muerte me da, un mosaico casi plástico, capaz de tomar distintas caras. Por un lado la reflexión sobre la violencia; pero en otro sendero se presenta un estudio sobre la literatura de Pizarnik, incluso aparece integrado el ensayo El anhelo de la prosa, escrito por la propia Rivera Garza y que gira alrededor del esfuerzo literario de la poeta argentina. Una vuelta de tuerca más, es el poemario La muerte me da, escrito por la detective de nota roja. Para este punto, el lector ya es parte de este juego metaliterario que exige concentración y por lo tanto complicidad. “El escritor: un forense que anota lo que sale de adentro./ El lector: el ministerio público que testifica los hechos./ (Una historia de amor)./ El olor a sangre sobre todo eso.”, escribe.
Reitero, lejos del estilismo vacío, Rivera Garza se sirve de la estructura para mantener la tensión y fortalecer a los personajes. Quizá ella y Mario Bellatin, sean los autores más pujantes y talentosos de su generación, en lo que ha experimentación literaria se refiere. Con La muerte me da, la escritora consigue una novela ambiciosa, tal vez demasiado ambiciosa por todo lo que encierra, no obstante es también uno de sus libros más consistentes.

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