jueves, 8 de julio de 2010

De Vargas a Rius


En 2007, el Museo del Estanquillo promovido por Carlos Monsiváis montó la exposición De San Garabato al Callejón del Cuajo, que rindió tributo al recién fallecido Gabriel Vargas y a Eduardo del Río “Rius”. Dos años después aparece el catálogo de la muestra con textos del propio Monsiváis, Rafael Barajas “El Fisgón” y Francisco Vidargas.
La trascendencia de Vargas y “Rius” es analizada desde distintas perspectivas. Carlos Monsiváis, lo hace a partir de su trascendencia en la cultura popular. Revisa los aportes de ambos dibujantes como refractarios de su realidad. “Se alquila el pasado, se rifa el porvenir. La nación no es un cómic, de acuerdo, pero sus habitantes, los que han sido y los que están siendo y deshaciendo, sí tienen a la historieta en el catálogo de sus orígenes”, escribe el cronista. Con el afinado y farragoso estiló que caracterizó sus textos, hurga en las vecindades y demás escenarios de los que emergió La familia Burrón y Los Supermachos, para llegar el epicentro del arraigo de los moneros entre sus lectores: el lenguaje, esencial factor de identidad entre la obra y el ciudadano de a pie.
El contexto histórico corresponde a Rafael Barajas “El Fisgón”. Rescata el hecho de que durante décadas, sobre todo a mediados del siglo XX, la historieta y el cómic, se convirtieron en el material de lectura preferido de la ciudadanía recién alfabetizada. Para justificar su hipótesis retomemos una cifra: entre 1976 y principios de 1977, la industria mexicana de la historieta y la fotonovela producía cada mes un total de 69 millones 586 mil 800 ejemplares. En su mejor momento La familia Burrón llegó a tirar más de cien mil tiras. Si bien la primera tira cómica mexicana aparece en 1861, es en 1934 cuando sale a circulación Paquín, “la primera publicación nacional especializada en historietas”, a partir de entonces inicia la auge de un género que si bien cierto sector intelectual desdeñó, la realidad de muestra que se convirtió en el principal material de lectura de la población en general. En su análisis histórico “El Fisgón”, destaca el carácter sociológico de Vargas y la crítica social y política con que “Rius”, distinguió su trabajo. No obstante, el texto Barajas parece trunco. No llega a los ochenta, menciona de refilón a El gallito inglés, pero no alude a la escuela tapatía que su momento impulsaron Falcón, Trino y Jis, a quienes sin duda se les debe un segundo aire de la historieta mexicana.
En el mismo sentido, aunque desde una perspectiva más museográfica se encuentra el texto de Vidargas. Con todo, el volumen tiene un valor intrínseco como un interesante material de consulta adornado con el espléndido diseño de José Luis Lugo.

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