viernes, 23 de julio de 2010

El mito de Palahniuk


Hay algo de leyenda en la figura de Chuck Palahniuk (Portland, 1964): cada que presenta un libro organiza un tour digno del mejor momento de Nirvana; la gente se pelea por escucharlo; productoras estadunidenses disputan con ceros los derechos para llevar sus historias al cine; existe el rumor de que está casado con una Miss América y sus lectores se cuentan por miles alrededor del orbe.
Pero pongamos algunas cosas en claro: es más retraído de lo que supone, no está casado con ninguna exuberante modelo (de hecho, es gay, pero bueno, eso es lo de menos) y tampoco disfruta la estela de rock star que le cuelgan los medios.
Heredero de la prosa de Douglas Copland —el escritor que supo retratar a la Generación X— y primo hermano de la obra de David Foster Wallace y Michael Chabon, Palahniuk se erige como un autor crudo y potente, dispuesto a escandalizar al más taimado por decir lo que piensa sin cortapisas.
Hasta aquí podemos hablar de un narrador coherente y con valor. Sin embargo, la literatura exige algo más. Entre los autores de su generación, Palahniuk, al igual que Foster Wallace, se debe en buena medida al periodismo. Sus novelas son como reportajes o crónicas ficcionadas. Ejemplifico: su pieza más reciente en castellano es Snuff, donde a través de un close up a la industria del cine porno intenta crear un fresco de inseguridades, traumas y debilidades humanas.
Gancho
La historia se concentra en Cassie Wright, una supuesta leyenda del género que con el fin de recuperar los días de gloria pretende romper el récord de más relaciones sexuales en un filme, con 600. Para cumplir su objetivo, la productora realiza un inmenso casting al que acuden hombres de distintas personalidades y a los que identifica por medio del número de turno. Mientras llega la hora de entrar en acción, el escritor plantea una serie de situaciones, trucos y anécdotas capaces de enganchar al lector.
En alguna ocasión Palahniuk declaró que lo más difícil de escribir es coleccionar detalles y ordenarlos. Bajo esta lógica, hay que reconocer que a su obra no le faltan detalles ni investigación; es ahí cuando me refiero a su deuda con el periodismo. Creo que donde lo podemos leer con más soltura es en su libro Error humano, una colección de reportajes portentosos.
Con la ficción es otra cosa. Sus personajes son unidimensionales y la dureza que algunos le agradecen y reconocen es tibia en comparación con Salinger, Ellroy o McCarthy. Es decir, es mucho oropel, pero poca sustancia; que me disculpen los defensores, pero Palahniuk ilustra, no conmueve, al menos por ahora.

No hay comentarios: