jueves, 13 de septiembre de 2007

Platiqué con el holandés Cees Nooteboom, un hombre de esos que sin ser tira netas, te dicen quien es quien corta el bacalao. Se las dejo mientras escucho el nuevo disco de Manu Chao, que por cierto me produce sensaciones extraños, siento como si siempre cantara la misma canción.


ENTREVISTA CON CEES NOOTEBOOM

“No recuerdo si quería ser escritor o no”

Héctor González

Los escritores se hacen en el camino. Algunos como José Saramago, se descubren ya entrados en la edad adulta, otros como el holandés Cees Nooteboom (La Haya, 1933), lo hacen a los diecisiete años, mientras recorren Europa de aventón. Viajero incansable, el narrador y poeta centroeuropeo, no entra en la categoría de los autores tiranetas. Habla tal y como son sus novelas, las reflexiones provienen directamente de los personajes, en este caso de sí mismo o de gente que ha conocido, pero más allá de la anécdota el trasfondo dice más. Traductor de Huidobro, Neruda y Vallejo, Nooteboom habla en un español casi perfecto sobre Perdido el paraíso (Siruela), su nueva novela. El eterno candidato al Nobel de Literatura, traza las coordenadas de una vida que lleva en sus espaldas una obra amplia y un sinfín de kilómetros recorridos: “Lo extraño es que un día, uno sale de la casa para viajar y al final está haciendo una entrevista con un periodista mexicano”.

Hace poco veía su libro Hotel nómada, y vi un retrato, donde su rostro tiene marcas de paralelos y meridianos. Han sido muchos viajes ¿no?
Ese dibujo lo hizo un amigo alemán para mi cumpleaños y me dijo “es tu retrato”. Tal vez tenga razón. A estas alturas, la verdad es que elijo a dónde aún puedo ir. Por ejemplo, México es un país que me gusta mucho. Otro es Japón, pronto iremos ahí, para hacer el Peregrinaje de los 33 templos. Mi mujer es fotógrafa y ya hemos hecho dos veces el recorrido. No lo hacemos por motivos religiosos, sino porque es un trayecto muy interesante. Hay templos del siglo VIII y IX, están alrededor de Kyoto pero a distancias de 140 kilómetros. Los templos están dedicados a las 33 manifestaciones a la belleza y misericordia en el panteón de los dioses budistas. El budismo, es un sistema religioso que tiene mucho que ver con el catolicismo tal y como se representa en Latinoamérica, hay cánticos, recorridos, circula dinero. Este es un viaje que haremos próximamente, mi mujer tomará las fotos y yo escribiré el libro. Estoy consciente que me queda cierto tiempo de vida, pero mientras pueda viajaré.

¿Un escritor debe estar en el lugar, para escribir sobre él?
Cuando es un libro de viajes sí, cuando es un ficción no. Por ejemplo, escribí un libro llamado El canto del ser y la apariencia, es una obra que transcurre en 1879 en Bulgaria y en 1979 en Roma; respecto a las descripciones de Bulgaria la gente me dice: “¿Cuándo estuviste en Bulgaria?”. Nunca estuve, pero tampoco estuve en 1879, sin embargo es posible escribir gracias a la investigación.

¿Qué tipo de caminos le abrieron los viajes?
Es curioso, porque la gente piensa que todo lo que hace un autor es intencional, pero no. Un día, salí de mi casa, le dije adiós a mi madre y me fui. Tenía 17 o 18 años y viajé de aventón. Primero llegué hasta Escandinavia y después me moví hacia el sur, estoy hablando del año 1954, ahí me inspiré para escribir una novela sobre la historia de un joven que viaja de aventón, porque eso era lo único que sabía. Por supuesto la novela tenía ficción, se llamaba Felipe y los otros, fue un éxito en Holanda porque resultó novedoso, así que de repente y sin premeditación ya era un escritor, salieron críticas y me empezaron a tratar como tal. Hasta entonces no había reparado en lo qué era ser un escritor, lo que había hecho era verter mi experiencia en ese libro y no sabía lo que haría después, para ganarme el pan. No recuerdo si quería ser escritor o no, en ese momento quería escribir, pero la escritura como carrera no me entraba en la cabeza. Otra cosa que tal vez ayudó, fue que me expulsaron de cinco escuelas, nunca estudié una carrera universitaria. La única cosa que, creía que podía hacer, era ir como marinero en un barco que viajó a Surinam. Ese fue mi primer encuentro con el mundo tropical, escribí algunas historias medio conradianas, así que ahí estaba de nuevo la escritura. Después vino otro libro, sobre el problema que tiene uno al elegir entre vivir como los otros o ser escritor, en esa obra el escritor al final se suicida. Al tiempo, he pensado que a lo mejor hice que se suicidara para no haberme suicidado yo. El caso es que nunca pensé en ser escritor. Viajé por todo el mundo, durante 17 años no escribí ficción, sólo me interesaba saber cómo escribir, de aquella experiencia salió Rituales.

¿En qué momento escribir, dejó de ser el resultado de algo y se volvió necesario?
Ahora ya no puedo imaginar otra vida. Lo más complicado me resultó ser aceptado como escritor en mi país. Porque en los 17 años que no escribí novela, la gente me encasilló como un autor de relatos de viaje, pero de un modo despectivo. Sin embargo, siempre he sabido que al final vendrá un libro, pero hay que saber esperar. Lo extraño es que un día, uno sale de la casa para viajar y al final está haciendo una entrevista con un periodista mexicano.

Es como la vida que toman los libros, uno nunca sabe que rumbo terminarán…
Está muy bien pensar en eso de vez en cuando, porque uno se acostumbra a los festivales y las entrevistas.

¿Se acostumbra a las entrevistas o le aburren?
No, pero hay veces que durante las entrevistas, sobre todo cuando hablan de libros que has escrito, los reporteros te dicen: “Usted ha dicho tal cosa”. Y luego son obras que uno escribió hace cuarenta años y obviamente ya no las recuerdas.

Hace un momento habló de los problemas que tuvo durante los 17 años en que dejó de escribir novela, ¿por qué la literatura de viajes es considerada un género menor?
Depende del lugar. En Inglaterra no se da eso, pertenece a la gran literatura, ahí tienen a Chatwin. En Holanda es un poco menos, dicen que yo soy el padrino del género. Para mí, si bien no es lo mismo que la ficción, pero sí es trascendente. Otra cosa es la poesía, yo hago las tres cosas y no sé si soy mejor escritor de viajes que poeta, lo que sí te puedo decir es que la poesía ha influenciado mi estilo narrativo, tanto la que escribo como la que leo.

Ahora que habla de eso, creo que libros como El país de todas las almas o su reciente, Pérdido el paraíso, mantienen esa influencia poética, pero también filosófica…
Sí. No soy filósofo, pero me gusta leerla. En El país de todas las almas, tengo una figura que se llama Abnotim, está inspirado en un amigo filósofo, a quien conocí durante mi estancia en Alemania, te voy contar cómo fue. Estaba haciendo una lectura de Rituales, dentro de una librería, y después la librera me dice que elija un libro como regalo. Escogí uno sobre Schopenhauer, la dependienta me preguntó si lo había escogido por qué era el más caro y le dije que no, que lo había hecho porque el autor estaba en entre el público y quería pedirle que me lo firmara. El caso es que nos presentamos. Le pedí que me firmara su volumen y él me pidió que le firmara, mi primer libro, uno del que sólo vendí como 200 ejemplares. Él se llama Rüdiger Safranski y es 30 años menor que yo, al rato me contó que cada vez que iba a empezar una relación amorosa les pedía a sus parejas que leyeran mi libro, para conocer su opinión. Así empezamos una buena amistad. Habló de él, porque es un filósofo que se sabe explicar. Tiene capacidad de elocuencia, y cada vez que habló con él me queda la impresión de que he comprendido todo. Con esto quiero decir que me gusta la filosofía, pero no soy un académico. De todos modos creo que la filosofía está presente en mis libros. Ahí quien dice que mis libros son difíciles por eso, no lo sé.

Cierto, sus libros tienen cierta densidad reflexiva…
Me gusta que mis libros existan reflexiones. Escribo para esclarecerme algunas cosas. Por ejemplo, tengo una obra que se llama En las montañas de los países bajos, es como un cuento de hadas porque Holanda no tiene montañas. Lo escribí para reflexionar sobre la diferencia entre el mito, el cuento de hadas y la fantasía. En el caso de El día de todas las almas, lo hice para comprender las distintas maneras de escribir sobre historia. Es así, para entender algunas cosas de la vida o la filosofía tengo que escribir, para mí sólo así encuentro la claridad.

Su libro más reciente se llama Perdido el paraíso, ¿cuándo se pierde qué nos queda?
Lo que le quedaba a Adán y Eva: vivir. No sé que queda, uno no se puede imaginar el paraíso, puedes imaginar un mundo mejor, pero a mí juicio pensar en el paraíso puede resultar un poco aburrido. A mi me gusta el mundo con todo y sus problemas. El título obedece a una metáfora y está basado en Milton. Si Dios era todo poderoso, podría haber sabido lo que pasaría con Eva. ¿Por qué Dios creó unos seres imperfectos? Como historia funciona, es un título poético porque, según la religión, cuando los ángeles expulsan a Adán y Eva es cuando verdaderamente empieza la historia de la humanidad.

Dentro del libro escribe que uno triunfa cuando trasciende la idea de mortalidad…
Me pregunto ¿queremos verdaderamente vivir eternamente? No lo sé, pero no me puedo imaginar queriendo vivir mil años. Aún así, para mucha gente decir adiós no es agradable, porque hay dolor y vejez. Mi madre tiene 96 años, ya empieza a perder de la memoria, a veces no me reconoce, esas cosas son tristes pero qué se le puede hacer.

¿Cómo lleva la idea de la muerte?
Luego me preguntan qué por qué escribo tanto sobre la muerte y suelo responder que porque cuando esté muerto no lo podré hacer.

Su padre murió muy joven, en cambio su madre ha vivido bastante…
Sí, mi padre murió en la guerra. También teníamos una tía que vivió hasta los 105 años, y totalmente consciente. A lo mejor puede parecer injusto que unos vivan más y otros menos. Pero siempre hay límite, en el caso de esta tía, ella dijo: “bueno ya he vivido bastante bye bye” y murió. Ese es un buen fin, pero cuando tus padres pierden la memoria es algo triste. Un día salimos a cenar con mi madre, y cuando la llevamos de regreso a su casa, nos dijo: “yo no vivo aquí”. Nosotros le enseñamos sus cosas, y no reconocía nada, ni siquiera la imagen de su último esposo. Eso es duro para nosotros, pero también para el enfermo. Un amigo ha escrito una novela sobre el Alzhaimer, pero desde el punto de vista del enfermo. Hay un pasaje donde el protagonista le dice a su mujer, “ya me voy a la oficina”; y ella le responde “pero si ya estás jubilado”. Con la memoria se pierde mucho. Cuando estoy con mi madre y está en un lapso de no comprensión, si empiezo a cantar canciones de su juventud, se acuerda. Y es que la memoria corta se va y la larga se queda.

¿Qué lee de literatura latinoamericana?
El problema es que en este mundo hay demasiados libros. Leo en cuatro o cinco idiomas, sin embargo hay muchos clásicos que no he leído. Otro problema que tengo es el tiempo. De Latinoamérica conozco, sobre todo a los poetas que he traducido, como a Huidobro, Vellejo, Neruda. De prosa conozco muy bien a Borges, también Bioy Casáres, Lezama y Onetti. Por supuesto hay muchos a los que no conozco, pero es que hay un momento en que uno deja de leer a los autores de moda. Ahora los libros vienen y van muy pronto. En mi país he visto ir y venir a muchos escritores, pero sólo quedan cinco o seis.

Uno de ellos será Harry Mulisch…
Lo conozco bastante bien. Es un buen ejemplo, él es más viejo, tiene 79 años y ha dicho que ya no quiere escribir más, que sólo quiere leer el periódico. Yo todavía quiero escribir un poco.

¿Y piensa en el Nobel?
No… respecto a este tema, retomo lo que dice Hugo Claus, después de ser candidato, uno se convierte en candidato eterno. Eso es algo que no viene de mí, ni tal vez de los suecos, sino de los medios. Cualquier cosa que uno diga respecto a este tema esta mal. Si digo que no, es una tontería. Si digo que no lo creo, es la verdad. Como sea, para los escritores es mejor no pensarlo, puedo vivir sin eso.

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